Aunque fueron las circunstancias las que nos llevaron al monte, al límite entre Astigarraga y Errentería, desde el inicio el logo y el nombre de Mugaritz nos situaron en territorios fronterizos y marcaron nuestra forma de ser.

Con la ayuda del diseñador Santos Bregaña plasmamos visualmente en nuestro logo la idea de bascular entre la tradición y la contemporaneidad gastronómica, dando protagonismo al roble bicentenario a cuya sombra trabajamos cada día.  El nombre, la fusión de las palabras muga (frontera, en euskera) y haritz (roble), resultó ser premonitorio.

Las fronteras definen hoy Mugaritz tal como lo hacían en 1998. Hablan del maridaje entre gastronomía y ciencia, de nuestra relación con esferas como la filosofía, la música, el teatro o la danza.

Nunca sabremos si Mugaritz es hoy lo que es porque su nombre y su logo marcaron su identidad o si, de cualquier modo, tarde o temprano habría llegado a ser lo que hoy es.