Comernos el cuerpo con el cuerpo
07/05/2025
Insistimos en comer no solamente con las manos (receptoras privilegiadas de temperatura y textura), sino con el cuerpo. Nos encanta ver a las personas implicar intuitivamente sus gestos cuando se sientan a comer en Mugaritz. Sobre todo cuando cuesta coger algo de manera distinta a como lo harían de forma aprendida con cubiertos; cuando algo se desparrama o simplemente obliga a improvisar comportamientos en la mesa para atrapar algo y a llevarlo hasta la boca. La gente chupa, lame, sorbe, saca la lengua y juega en nuestra sala.
Con el tiempo, sin embargo, preguntarnos cómo podemos comernos “partes del cuerpo, con el cuerpo” nos ha llevado a ofrecer bocas, lenguas, pechos y hasta ombligos, que se pueden palpar, acariciar y aprovechar para fantasear. Hemos conceptualizado, en este sentido, cosas como un primer beso; lo que supone meterse en la piel del otro, lo que implica amamantar a un bebé o incluso representar a unos ojos que no ven. En el proceso, la complicidad de distintas personas ha sido fundamental, tanto para la elaboración de moldes asociados a partes del cuerpo como para la producción de vajillas o soportes específicos al empeño que se nos atraviesa entre ceja y ceja.

Acudimos de nuevo a la extraordinaria alfarera vasco venezolana, Ainara Garay, de cuyo taller en Mungia (Ainarita Cerámica) salieron en 2020 las piezas de yeso que tanto nos sirvieron para propiciar metáforas ligadas a un rostro (elaboradas a su vez a partir del rostro de Fran Baixas, otrora integrante de nuestro departamento de I+D). En 2025, Ainara hizo manualmente cada uno de los antebrazos de yeso que, delante de nuestros comensales, tocan la campana de una dulce tentación: la de ascender con nuestros labios por las extremidades de alguien, hasta donde la imaginación nos depare; y terminar impregnando el recuerdo con piñones tostados y bayas de enebro.
